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Donde Las Calles Están Pavimentadas con Tapas Corona — Explorando La Emergente Escena Cervecera de Berlín

Berlín es como un antiguo e impredecible amigo. La última vez que estuve aquí tomé ginebra con un travesti en un Dive Bar a las 3 a.m. mientras que un pene inflable rotaba sobre nuestras cabezas. Esta vez, me encuentro sosteniendo una copa de champán en la fiesta de cumpleaños de una propietaria de cervecería. Si sabes con antelación lo que harás en el día, probablemente no los estés haciendo bien.

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El viaje desde el Aeropuerto Schönefeld hacia la ciudad es algo que he comenzado a adorar en mis numerosas visitas. Desde las plataformas ferroviarias Wes Anderson-escas y los trenes antiguos (El U-Bahn es subterráneo, y el S-Bahn se supone que va a nivel de la superficie, pero, confusamente, parecen intercambiarse por capricho) hasta las vistas desdibujadas de bloques de apartamentos de Europa continental, Berlín siempre se siente diferente a las otras ciudades grandes de Europa. Y debería—es una ciudad llena, y apilada de historia. Se siente distinta al resto de Alemania, la mayor parte de Europa, y en algunas ocasiones, a sí misma. 

Cortada de raíz en la división de Alemania en los años posteriores a la segunda guerra mundial, Berlín fue talada al medio durante décadas. Hoy, piezas del infame muro del Berlín aún son visibles—algunos se extienden durante cientos de metros, mientras que otros son apenas algunos pies de largo, tan solemnes como lápidas, aunque inscritos con graffitti. Aquel trauma aún es palpable: la ciudad se reunificó hace apenas una generación atrás en 1990, unos 5 años después de su división.

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Consecuencia del control de la Guerra Fría, separación y dificultad extrema, Berlín emergió en una festividad sin paralelos: fiestas de una semana de duración en bunkers Nazi abandonados y antiguas fuentes de energía y rave clubs alucinantes colocan la vida nocturna de la ciudad en otro nivel.

Aunque la escena nocturna de Berlín tal vez sea un poco más moderada hoy que durante su apogeo, y un poco más enfocada en el turismo, algunas secuelas de su pasado lleno de drogas le dan cierta ventaja. Algunos bares dificilemente cierran, y otros permanecen abiertos hasta las primeras horas del alba. tiendas de abarrotes de 24 horas, conocidas como Spätkaufs, o Spätis, son comunes tanto como los luminosos botes de basura naranja. 

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Una de las primeras cosas que hago al llegar es dirigirme hasta una de estas pequeñas tiendas de esquina y comprar una botella de Tegernseer Hell, pasando alrededor torres apiladas de cervezas tan altas como mi cabeza. La bebo con vista al Esprea, el río que atraviesa el centro y este de Berlín hacia Polonia.

Luego de que mi pareja y yo chequeamos en el hotel, vamos por una cerveza, pasando a través de pancarta tras pancarta de Krombacher, Radeberger, o Berliner Kindl en favor de BRLO Brewhouse, apenas a unas cuadras de distancia. La cervecería, alojada en una extensión de contenedores marítimos junto a un jardín de grava, está situado en el extremo de un extenso y verde parque, a través del cual se alza uno de los puentes U-Bahn, señalando la tarde con flashes de luz amarilla mientras pasan los trenes. El parque en sí mismo solía ser un vertedero de basura, dice la co-fundadora de BRLO, Katharina (Katha) Kurz.

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“Pertenecía a una compañía ferroviaria alemana, y no podías ni siquiera tener acceso,” me comenta. “Luego en 2011 abrieron este parque.” Aunque tuvo sus inicios como una cervecería nómada, BRLO se mudó poco tiempo después de la apertura del parque.

Incluso en la llovizna, la cervecería está ocupada. Por razones que nadie nos explicó, hay una banda marcial tocando canciones pop en medio de todo esto, tomando refugio debajo de una gran sombrilla. En cierto punto, se posan en el balcón en el que se estaba llevando a cabo la fiesta de cumpleaños de Katha—y en el que mi novia y yo nos sorprendemos de estar, champán en mano—y gritando “Feliz cumpleaños” hacia arriba, como una fanfarria de la época moderna.

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El sitio es uno de los dos que ocupa BRLO. Esta locación hecha de contenedores marítimos, que comparte junto a un restaurante de comida vegetariana contemporánea, se enfoca en cervezas tiradas de barril. Su otra locación, en Spandau, hacia el noroeste, produce cerveza envasada. En algún punto BRLO tendrá que alinearse y mudarse de su pequeña ciudad en forma de caja, cuando las autoridades locales reclamen el sitio para desarrollos inmobiliarios. “Cuando debamos movernos [de] acá, y no sabemos cuán rápido podemos hacerlo, no podremos depender de esta cervecería,” comenta Kurz. Hasta entonces, Kurz espera que la producción anual de la cervecería alcance los 8,500 barriles (10.000 hectolitros) entre ambos sitios. “Pienso que para la cerveza artesanal alemana, es bastante decente. La cerveza artesanal es demasiado pequeña.” 

Para un país con una historia de tanta data y tan arraigada cultura cervecera—literalmente encontrarás tapas corona tiradas en cualquier calle—La cerveza artesanal alemana es pequeña. De vuelta a casa en el Reino Unido., la cerveza alemana es aún vista como algo homogéneo, como una inexorable extensión de Pilsner; por vía de un variado rango de eventos Oktoberfest, la cerveza alemana presenta la excusa para que la gente se emborrache públicamente. Incluso dentro de Alemania, cuna de decenas de estilos de cerveza, la cerveza es muchas veces simplemente, bueno, cerveza.

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“Aún, mucha gente entra al bar y dice, ‘Una cerveza, por favor,'" comenta Kurz. “No dicen, ‘¿Qué tipo de cerveza tienes?’ o ‘Quiero esto o aquello.'”

Siempre hemos tenido la percepción de que hacemos la mejor cerveza del mundo. Como, ‘Toda esta porquería extranjera—¿Quién necesita eso?’ Somos bastante patrióticos con respecto a la cerveza. La cerveza tiene un componente muy regional también, lo que se ajusta bastante bien al patriotismo.
— Timo Thoenissen, Strassenbräu

A pesar de estos factores—que podrían dar la impresión de que a los alemanes simplemente nos les interesa la cerveza—hay una creencia de que la suya es la mejor. “Tienes que considerar a Alemania cuando ves a la cerveza en general,” me comenta Timo Thoenissen, fundador de la cervecería berlinesa Strassenbräu. “Siempre hemos tenido la percepción de que hacemos la mejor cerveza del mundo. Como, ‘Toda esta porquería extranjera—¿Quién necesita eso?’ Somos bastante patrióticos con respecto a la cerveza. La cerveza tiene un componente muy regional también, lo que se ajusta bastante bien al patriotismo.”

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“Somos los número uno; ¿Para qué esforzarnos más?” asevera Andreas Bogk, esposo de la fundadora de Schneeeule Brauerei, Ulrike Genz. “Los alemanes tienden a conducir sus SUV de €60,000 al supermercado de descuentos, compran salchichas de  20 centavos para asar en sus parrilleras de €5,000; y en el camino a casa desde el supermercado compran un casillero de cerveza de (10 litros) por €8, y aceite para motor de €50. Eso es Alemania. La cerveza tiene que ser algo barato y a disposición, eso es todo. Es lo único que los alemanes desean de la cerveza.”

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Mientras nos retiramos de la fiesta de cumpleaños de Katha en curso—con dificultad, ya que botellas de Cascade y 3 Fonteinen han sido expuestas—y nos subimos a un tren con una Wegbier en mano, no puedo dejar de cuestionarme que es lo que los alemanes desean en realidad, dado lo lleno que se encuentra el jardín cervecero de BRLO.

En Friedrichshain, las calles están concurridas con el tránsito matutino del domingo. Cafés abarrotados con incontables fiestas brunch, y familias pasean a través de parques mientras que los jardines cerveceros comienzan a llenarse. Algunos residuos de la noche anterior continúan en la calle: botellas vacías de lager alineadas al borde de la acera como perros muertos en la carretera.

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Hops & Barley, uno de los primeros brewpubs en la ciudad, está tranquilo en su interior, aunque para el momento en que nos asomamos por la ventana, las mesas de caballete al frente ya están llenas con vasos de pinta. Mientras me hago de una fresca pinta de Pilsner, veo destellos de la cultura cervecera alemana descrita por Thoenissen y Bogk: nadie está en Untappd, o analizando los menús; la gente bebe de manera casual, mientras ven fútbol (FC Union Berlin disputa la final de la liga alemana, y es apasionante—incluso nosotras nos sentimos cautivadas) o se hunden en alguna conversación. Es cerveza de gran calidad, pero al mismo tiempo conveniente. Tampoco es costosa.

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Uno podría pensar que un país con la cerveza en el corazón se deleitaría con el nacimiento de nuevas y emocionantes adiciones a la industria. De hecho, es esa misma dependencia en la tradición lo que dificulta a la cerveza artesanal. Si tienes la mejor cerveza del mundo, y es barata, ¿Para que querrías algo más? ‘Cerveza de TV’ (La respuesta alemana a la cerveza macro, nombrada así por los anuncios publicitarios regulares en TV) es objetivamente de un estándar alto, así que hay poco espacio de competencia para una incipiente industria de la cerveza artesanal. Cerveza de mala calidad, sin sabor o poco creativa nunca dominó las canillas en los bares, pubs o bierkellers alemanes—Cuando visitamos el jardín cervecero más antiguo de Berlín, Prater Garten, lo encontramos desbordante de personas disfrutando Pilsners y Hefeweizens (y muchos pretzels) a la luz del sol. 

“Desde nuestra perspectiva, sabíamos que el movimiento de la cerveza artesanal despegó tan rápido en la costa oeste de EEUU y Canadá parcialmente porque nunca habían tenido una tradición de buena cerveza, y un escueto rango de estilos,” dice Jenia Semenova, co-propietaria del sitio de cervezas The Muted Horn. “Así que cuando se le dió finalmente la oportunidad a la gente de probar algo con sabor, y local o fresco, realmente respondieron bien. En contraste, Alemania siempre ha hecho excelente cerveza. El rango de estilos es relativamente pequeño, centrándose mayormente en Lager, Pilsner, y Helles, pero la calidad y valor son realmente buenos. Así que se hace mucho más difícil tratar de convencer a alguien de probar algo distinto y más costoso cuando están satisfechos con lo que tienen actualmente.”

Nadie tiene las agallas de ir a una corte de la UE. Pero nosotros lo haríamos. Seríamos los aniquiladores de la Reinheitsgebot.
— Andreas Bogk, Schneeeule Brauerei

La teoría de regionalidad de Thoenissen’s sobre el impacto del estado de la cerveza en Alemania tiene buen sustento. “Si desciendes hasta Franconia y otras regiones al sur de Alemania, tienen una cultura cervecera mucho más fuerte, así que es mucho más difícil introducir estilos distintos en el mercado,” comenta. “No había nadie llorando por mejor cerveza como en otros lugares, donde realmente estaban tomando basura. Así que es por eso que en general ha tomado más tiempo, y es por eso que Berlín está cambiando más rápido.”

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Piensa sin embargo que Berlín presenta el entorno perfecto para el desarrollo de una industria de cerveza artesanal, debido en parte al Radeberger Group (el grupo cervecero más grande de Alemania), el cual mantiene un monopolio local. “Solo tenemos una cervecería en la ciudad que produce la Gran cerveza de Berlín—Berliner Kindl, Berliner Pilsner, Berliner Schultheiss—todo viene del mismo lugar. Así que, es aburrido, y es algo que a la gente de Berlín no le gusta. Así que definitivamente es un espacio para la cerveza artesanal.”

Strassenbräu, la cervecería que Thoenissen fundó cuatro años atrás, fue concebida sobre ese desinterés sobre la identidad de la cerveza en Berlín. Habiendo vivido en EEUU y Australia durante algún tiempo, Thoenissen volvió a Berlín y se aburrió rápidamente de la cerveza local. “Pensé, ‘Por qué diablos—viviendo en una ciudad tan moderna y creativa, la cultura de la cerveza es tan mala,'" dice. “Había apenas dos o tres cervecerías en aquel momento fabricando algo ‘artesanal,' pero incluso en aquel momento era algo comparable a cualquier otro lugar.” 

Thoenissen tenía algún conocimiento en homebrewing, y pronto encontró a un maestro cervecero experimentado, Sebastian Pfister, para ayudarlo a lanzar Strassenbräu. Detrás de los agresivos letreros en azul neón de su fachada, Strassenbräu tiene poco espacio: las piletas se vuelven mesas, el suelo de la fábrica se desdobla como sala de cata, y los fermentadores están apilados de manera ajustada al al lado de la cámara de frío justo detrás del bar. En cierto momento, quedé literalmente atrapada entre dos tanques. La producción está a capacidad plena, y Thoenissen también está fabricando fuera del sitio para cumplir con la demanda, particularmente de restaurantes. 

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El lineup de Strassenbräu’s destaca marcadamente estilos internacionales, como Pale Ale, IPA (incluyendo variantes de New England), Barley Wine y Red Ale. Algunas cervezas hacen alusión a la herencia cervecera alemana, aunque con un twist: una Pilsner de naranja y ananá, y una ‘Haferweizen IPA,' una White IPA con avena y trigo en el bill de cereales.

Junto con BRLO, Brewer’s Tribute (que abrió en 2015 para luchar “contra la menguante calidad y falta de sabor en las cervezas industriales producidas en masa”), y Schneeeule, Strassenbräu es parte de un pequeño contingente de cervecerías artesanales en Berlín. De acuerdo con Bogk, son las únicas no operadas por inmigrantes americanos, británicos, australianos o israelíes. “La razón por la cual Berlín tiene a) La mayor cantidad de cervecerías artesanales en toda Alemania; y b) el único mercado de cervezas artesanales relevante en Alemania, es gracias a los inmigrantes," comenta Bogk. 

“Ahora la pregunta es, ‘Estamos haciendo lo nuestro acá, desarrollamos cervezas alemanas o berlinesas, ¿o simplemente estamos copiando lo que está sucediendo internacionalmente?’” dice Thoenissen. “Tenemos un estilo propio, la Berliner Weisse, la cual [Strassenbräu] está fabricando ahora—es ahi donde veo mucho potencial, porque ese es nuestro estilo y esa es nuestra historia.”

Aunque la escena de cerveza artesanal alemana es mucho más joven que la americana, pueden dibujarse algunos paralelos entre ambas. Por ejemplo, ambas sufrieron durante el siglo 20, debido a la destrucción provocada por la segunda guerra mundial y la prohibición, respectivamente. “No quedó ninguna cultura cervecera luego de la segunda guerra mundial,” Bogk explica. “Tienes solo el área de Bamberg, donde su gente está muy orgullosa de su cerveza, pero la cultura cervecera fue básicamente erradicada del resto de Alemania gracias a la WWII. En el período posguerra, especialmente en Berlín, no quedó nada. fue destruída por completo. Luego comenzaron a instalarse nuevas cervecerías, pero no se construyeron fábricas de la antigua Berliner Weisse. A) El conocimiento se esfumó; b) Fabricar Pilsner era mucho más rápido y barato.”

Aunque la Berliner Weisse es una parte fundamental de la herencia cervecera de la ciudad, la Berlín de la posguerra casi perdió su cerveza homónima de 500 años de historia.

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“Solo quedaron seis cervecerías en la ciudad: cuatro en el oeste y dos en el este,” dice Bogk. “Prácticamente todas cerraron hasta la reunificación—luego de esto, el Radeberger Group, un subgrupo de Dr. Oetker, dominaba Berlín y estaba comprando básicamente todo. Compraron cada cervecería en apenas cinco minutos. Cerraron la mayoría de ellas, y solo conservaron las más exitosas: Berliner Kindl, Berliner Pilsner, y Schultheiss.”

“Y eligieron la manera más sencilla de fabricar Berliner Weisse, por supuesto a la manera industrial de Kindl,” comenta Ulrike Genz, fundadora y maestra cervecera de Schneeeule (que se traduce en “Búho de las nieves,” y se pronuncia shney-oiler). “Es una manera industrial de producir cerveza ácida—es como el kettle souring, más no es el kettle souring real. Creo que agregan una solución de ácido láctico o algo.”

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La ampliamente disponible Berliner Weisse de Berliner Kindl viene frecuentemente pre mezclada con sirope de frambuesas o green woodruff. “El problema con la mayoría de las Berliner Weisse es que nadie las conoce acá, realmente, excepto por esta bebida turística, premezclada como, ‘¿verde o roja?’” dice Kurz de BRLO. “He llegado a discutir con personas que llegan y dicen, ‘Esto no es una Berliner Weisse; debería ser verde o roja.’” 

De hecho, mi primer encuentro con la Berliner Weisse ‘tradicional’ hace algunos tres años atrás fue pre mezclada con sirope, en Bei Schlawinchen, un pequeño Dive Bar abierto las 24 horas, y decorado con una alarmante cantidad de misceláneos. En la extraña ocasión que encuentres esta cerveza sin ser endulzada, no es para nada parecida a la Berliner Weisse comúnmente fabricada por las cervecerías actuales. Así como tampoco la de Schneeeule.

Genz, hablando debajo de su típico sombrero de paja, recuerda como el maestro cervecero del VLB Berlín, un instituto que provee investigación, entrenamiento, educación y otros servicios para la industria cervecera,  era uno de los pocos aficionados remanentes de la Berliner Weisse de la vieja escuela. Solía servir algo que fabricaba en el sótano del instituto en algún festival, y Genz se enamoró de ella. “La tomé toda la noche” dice. “Busqué Berliner Weisse en Berlín, y no existían, excepto por Kindl. Kindl era horrible. Aún lo es.”

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Genz estudió ciencia cervecera por 10 años antes de tomarse un descanso y tener un hijo. Con afianzado interés por la Berliner Weisse, pasó entre tres y cuatro años, de acuerdo con Bogk, desarrollando el “Aspecto integral de la Berliner Weisse” antes de que Schneeeule comenzara a comercializar en 2016. Aunque mucho del conocimiento había desaparecido, hablando con antiguos maestros cerveceros y cazando recetas antiguas, Genz y Bogk han comenzado a resucitar la herencia cervecera de Berlín. 

Una metáfora apropiada para la Berliner Weisse que esta pareja está promoviendo frente a cerveza sin historia y producida en masa es, la propia cervecería. Está hecha de tres pequeños espacios al borde de una planta internacional de turbomaquinaria. Cámaras y juntas colosales producen ruidos ensordecedores durante nuestra conversación. El mosto es producido fuera de esta locación, luego Genz fermenta, mezcla y acondiciona en este pequeño espacio. Schneeeule ha alcanzado plena capacidad, y la pareja está buscando mudarse—rápidamente superaron la capacidad del nido, y apenas antes de eso: han despertado interés y demanda en Londres, Rusia, y los EEUU recientemente, y planean volver a América el próximo otoño para presentarse en el festival Shelton Brothers. ¿Quien dijo que la Berliner Weisse había muerto?

“Todo el Reinheitsgebot es puras patrañas,” proclama a viva voz Bogk, mientra sus anteojos destellan frente al brillo del sol. La Vorläufiges Biersteuergesetz 1993 (Ley de cervezas provisional de 1993), coloquialmente conocida como la Reinheitsgebot, o “Ley de la pureza alemana,” es un gran factor prohibitivo en la industria cervecera alemana. La versión comúnmente conocida de la ley law se proclamó por ´primera vez en 1516 en Baviera (aunque otras las preceden), y originalmente limitaba a los cerveceros a tres ingredientes: agua, cebada y lúpulo, ya que la existencia de la levadura permanecía desconocida hasta aquel momento. Aunque discutiblemente arcaica, una versión actualizada de la ley rige en la mayor parte del país. 

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Para fabricar una cerveza con algo más que esos ingredientes base, un cervecero debe pedir un permiso legal, en un proceso que puede tomar casi un año. “Es un poco frustrante, en términos de dirigirte a las autoridades y todo el proceso,” agrega Kurz. “Obviamente queremos ser lo más creativas posible, por lo que es una limitante.”

Sin embargo, algunas cervecerías incumplen por completo la ley. Algunas, como BRLO, la pasan por alto cuando fabrican alguna cerveza distinta. Berlín, de acuerdo con Kurz y Bogk, es significativamente más flexible en términos de cumplimiento de la ley frente a otras regiones más estrictas, como la ultra tradicional Baviera. Incluso dentro del Berlín, es completamente dependiente del distrito. En Wedding, donde reside Schneeeule, la ley generalmente se pasa por alto. Al este, en Marzahn, es mucho más estricto, dice Bogk. “Los joden cada semana,” comenta sobre las tres cervecerías del área.

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Existen algunas maneras de bordear la ley, también. Dado que solo tiene jurisdicción dentro de las fronteras de Alemania, la cerveza importada está exenta—un factor que uno o dos cerveceros han tomado en cuenta. “Toda esta locura sobre el Reinheitsgebot es que cuando fabricas algo fuer a de la Reinheitsgebot, como, por decir, haces un dry hop, no estás permitido a comercializar dentro de Alemania," explica Bogk. “Excepto, por decir, si la fabricas en Polonia se te permite hacer lo que quieras! y luego importar la cerveza.” Fabricando a unos 65 km de distancia, sobre la frontera polaca, los cerveceros pueden efectivamente esquivar este obstáculo arcaico, sin el cual muchos estarían más felices.

“Estuve en conversaciones con el abogado de Brauer-Bund, la asociación de cerveceros de Alemania, y la única razón por la cual el Reinheitsgebot sigue allí es porque nadie en Alemania desea ir en su contra en una corte," comenta Bogk. “Debes ir a una corte de la Unión Europea porque significa dañar tu propia economía: A los cerveceros alemanes no se les permite hacer lo que los cerveceros polacos. Nadie tiene las agallas de ir a una corte de la UE. Pero nosotros lo haríamos. Seríamos los aniquiladores de la Reinheitsgebot.”

La frustración de Bogk con la Reinheitsgebot es justificada. Cerveceros más pequeños con menos recursos están limitados por ella de maneras que aquellos con posibilidad de fabricar fuera de las fronteras no lo están. La ley en sí misma es una lotería por código postal, dictada por el temperamento de empleados gubernamentales. En comparación con otras industrias cerveceras de Europa y América, ni siquiera es una cuestión de nivelar el campo de juego: Los cerveceros alemanes están jugando en un campo completamente distinto.

Berlín bajo la lluvia es tranquila. Los chubascos llevan a la gente a los bares, aminorando el paso. El aroma del concreto húmedo domina. Nos refugiamos de la llovizna en The Muted Horn en Neukölln para ver al mundo llegar. Aunque es apenas mi primera visita, rápidamente noto que este bar me resulta muy familiar: como en la mayoría de lugares en Berlín, la mayoría de los consumidores hablan Inglés. Los acentos son una mezcla de americano, británico y misceláneos, sonidos Euro americanizados.

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Me sorprende la gran cantidad de cervezas importadas: El Reino Unido y EE UU dominan la lista de canillas, con un toque de cervezas europeas, aparentemente como una medida acertada. Incluso las pegatinas en las macetas metálicas del frente muestran un desbalance.

“Hay cervezas que definitivamente los alemanes fabrican mejor que cualquiera, a un costo mejor. Podemos tener estas excelentes lager de Franconia por un gran precio, que incluso si alguien en el Reino Unido o EE UU o Canadá pudiesen fabricarlas con igual calidad, ciertamente su costo sería mayor por el transporte,” comenta la co-propietaria Jenia Semenova . “Mayormente tratamos de enfocar nuestra perspectiva hacia las personas que viven en Berlín en este momento, así que frecuentemente terminamos eligiendo una cerveza extranjera sobre una alemana disponible en otro lugar, porque esa es la única propuesta de valor que podemos ofrecer a nuestros clientes.” Debido al bajo precio y disponibilidad de la mayoría de cervezas alemanas, los bares de cerveza artesanal terminan importando gran parte de sus mercancías.

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“No puedo hablar por otros en la ciudad, pero para nosotros la calidad del producto y su condición es lo que más nos importa,” continúa Semenova. “Actualmente Alemania no cuenta con una gran infraestructura de cerveza, cadena de frío y almacenamiento es inexistente, básicamente, y el frescor de la cerveza es una batalla constante también. Eso contribuye a que busquemos cervezas de afuera, y tratamos de hacer tanto como nos es posible.”

Al doblar la esquina de The Muted Horn en Protokoll, los consumidores se esparcen a través de los andamios en la vereda. Dentro, ajetreados bartenders sirven a una mezcla de nacionalidades en el público, una mezcla de cervezas de un rango de nacionalidades. En Monterey Bar, un rock bar tenuemente iluminado y de muro exterior púrpura, en Prenzlauer Berg, frecuentemente encontrarás cervezas de algunas marcas americanas muy solicitadas, así como cerveza británica contemporánea (algunas cervecerías locales, como Berliner Berg Brauerei y Privatbrauerei Am Rollberg, también destacan). 

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Con su vibrante y caótica vida nocturna, fuerte industria creativa y (antiguamente) renta barata—y el estilo de vida pseudo-bohemio—Berlín se ha convertido en un paraíso para los migrantes. Aquellos que se cansaron de Londres, París, o Nueva York, o que están en busca de un ideal utópico salido de la escuela de arte, han estado migrando a Berlín durante años, haciendo subir los precios de los alquileres, acelerando la gentrificación de ciertas áreas, y creando el entorno perfecto para una creciente escena de cervezas artesanales. Como señala Bogk, los migrantes han sido un ejemplo notable del éxito de los bares.

A principios de Abril, anterior a mi visita, el gigante americano Stone Brewing Co. anunció que cerraría su cervecería de Berlín, y la vendería a la multinacional escocesa BrewDog. La cervecería, alojada en un espacio contemporáneo de vanguardia a las afueras de Berlín, fue considerada una movida audaz en un mercado emergente, y fue diseñada para servir como centro de fabricación y distribución para los mercados europeo de Stone. Su edificio que asemeja una catedral, lleno de postes de luz y árboles, era realmente una vista para admirar. Sin embargo, al final, cerró luego de apenas  años de vida en la ciudad. 

En su entrada de blog anunciando el cierre del sitio, el fundador de Stone, Greg Koch parecía endosar las culpas sobre los consumidores alemanes por ignorar la buena cerveza en favor de “la cerveza barata." Thoenissen, sin embargo, discrepa.

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“El mayor error que cometieron es que no prepararon su mercado: no puedes simplemente construir una cervecería y esperar vender toda la cerveza que produces, en todos lados, sin corroborar si la gente realmente la desea,” dice. “Uno de los otros errores que cometieron fue vender cerveza en cualquier lugar que pudiesen: estaban vendiendo sus latas a cada tienda de abarrotes y minoristas que podían. Si puedo comprar una lata de Stone IPA por €1, ¿por qué pagaría €5 en un bar de cervezas artesanales?”

Él también señala la estructura “autoritaria” de Stone, y como entraron a un mercado desconocido sin saber si iba a funcionar. “Todo viene desde Greg en los Estados Unidos. Él no tiene idea sobre el mercado de Berlín, él no tiene idea sobre el mercado local o lo que la gente quiere.” Si vas a establecer una tienda en un país diferente al tuyo, parece que debes tomar el tiempo de conocerlo primero.

Tom Crozier, co-fundador de Vagabund Brauerei, a una distancia corta en auto desde Schneeeule en Wedding, se mudó a Berlín 10 años atrás desde Maryland. Nunca habiendo abandonado los EE UU antes de los 25, deseaba ver más del mundo. Junto a un amigo, Matt Walthall, viviendo en Berlín, voló hasta la capital alemana. Si no le gustaba, Crozier pensó, fácilmente podía viajar a algún otro lugar, o simplemente volver a casa. Ha estado acá desde entonces.

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“Tomábamos mucha cerveza justos y siempre buscaba otro tipo de artesanales que pudiese encontrar," me cuenta con una cerveza en su brewpub. “Realmente no podía encontrar mucho y comencé a fabricar cerveza en casa como una extensión de tratar de encontrar las cervezas que deseaba tomar; la clásica historia.” Mientras que es la historia clásica en los mercados ya maduros, Crozier rápidamente explica por qué no es algo común en Berlín. “Ese cliché no es un cliché acá. Es algo único, y nos sentimos dichosos de haber tenido la oportunidad de construir ese plan," dice con entusiasmo.

Luego de especializarse en homebrewing, Crozier y Walthall, junto a su amigo David Spengler, abrieron Vagabund en 2013. Aunque joven para los estándares americanos, Vagabund es considerada ahora una veterana en la escena cervecera berlinesa; la nacionalidad de sus fundadores parece no haber obstaculizado su popularidad. La campaña de crowdfunding que ayudó a abrir su cervecería fue “abrumadoramente apoyada por alemanes," dice Crozier. “90% del dinero que recaudamos provino de Alemania. Así que fue algo muy alentador con lo que comenzar.”

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En los seis años que ha estado operando, Vagabund se ha afianzado como parte del mobiliario cervecero de Berlín. Basado en un humilde pub de locación simple en una calle residencial tranquila, el equipo de la cervecería fabrica cervezas simples pero deliciosas para un público regular, compuesto de locales y turistas.

“Para nosotros, y algunas otras cervecerías pequeñas, la idea de solo cervezas frescas producidas de manera local es de lo que hacemos nuestro negocio la mayoría del tiempo,” dice Crozier. Cuando le pregunto si está de acuerdo con la afirmación sobre la escena cervecera de Berlín se posa sobre los hombros de los extranjeros, y la cultura que traen consigo, rápidamente rechaza la idea. “Pienso que no sería justo con todos los alemanes que están allí afuera también disfrutando de estas cervezas—que son muchos.” Gesticula hacia dos alemanes sentados en el bar, quienes han ocupado cómodamente los bancos desde que abrió. “En algunas ocasiones el lugar esta lleno solo de alemanes; otras veces encuentras que es gente que ha venido a Alemania por turismo o a vivir.” Se encoge de hombros: “Realmente depende.” 

Mayormente tratamos de enfocar nuestra perspectiva hacia las personas que viven en Berlín en este momento, así que frecuentemente terminamos eligiendo una cerveza extranjera sobre una alemana disponible en otro lugar, porque esa es la única propuesta de valor que podemos ofrecer a nuestros clientes.
— Jenia Semenova, The Muted Horn

Aunque ambos Bogk y Thoenissen apuestan a las resurrección de la Berliner Weisse como una manera para recobrar el sentido de tradición de la ciudad, Crozier ve a Berlín como Tabula rasa. “[Berlín ha] sido bastardeada durante décadas y es realmente triste. Es un buen entorno para la creatividad en general, también. Dentro de la cerveza, no posee una identidad sólida así que está permitiendo a la cerveza artesanal tomar la batuta.”

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La escena cervecera de Berlín podrá tener mucho trabajo por delante cuando se trata de convertir consumidores nativos, pero se ha hecho mucho en cuanto a forjar un camino. “Está cambiando para mejor, pero es algo interesante de ver, porque pienso que es como una versión hiper en cámara rápida de lo que ha pasado en otros lugares, de alguna manera. Pienso que hasta ahora, luego de algunos años en la industria, ves algunas cervecerías ir y venir. Tal vez es una especie de burbuja, y que probablemente colapsará un poco,” dice Cozier.

Pero se mantiene optimista. “Continuará expandiéndose, pero espero que se expanda mucho. Hay una porción de la tarta de la cerveza artesanal ahí afuera para la gente que desea cerveza artesanal. No estamos tratando de cambiar la tradición alemana. Simplemente queremos agregar nuestra tradición a esa mezcla.”

A pesar de los retos—de las autoridades, de la monolítica cerveza de TV, y de los mismos fieles tradicionalistas locales—la escena cervecera de la ciudad está incuestionablemente en crecimiento. 

“Pienso que puedes sentir que está en sus albores,'' dice Kurz. “Eso tiene algo de magia. Aún los conoces a todos. Sientes que puedes generar un gran impacto presentándola, y eso me agrada.”

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Lily Waite
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